Mira, mira, ¡mira!, sé que much@s de vosotr@s tenéis una cultura audiovisual media y, en ocasiones una edad repugnantemente limitada también, no recordaréis la única película –de mi época-, que me gustó “El violinista en el tejado de zinc caliente”, o algo así, allí Liz Taylor interpreta esa famosa canción “si yo fuera rica”. Bueno, pues este preámbulo es para justificar esta entrada y para aportar ideas a los menos favorecidos por la diosa fortuna.
Yo sé que a muchos les gustaría tener el estilo, la elegancia y el glamour que tengo yo, os daré unas pautas para que, siendo pobres consigáis vuestras metas. Porque según la Convención de Ginebra, o de mi vecina de enfrente, no me acuerdo, “el estilo y la elegancia es un patrimonio universal”, no potestad de unos pocos. Lo que ocurre es que son muchos los llamados y pocos los elegidos, por decirlo de algún modo. O lo que es lo mismo: es más fácil que un pobre entre en el reino de aquello llamado glamour, a que un rico pase por el ojo de una aguja, o por el ojo de un camello, o al revés. O algo parecido. Bueno, un lío. Las metáforas no son mi fuerte. Lo mío son las paráfrasis, la sinonimia y la sinalefa. Ay, la lef...
Está claro que si se tiene dinero es más fácil vestir lujosamente, pero no se trata solo de eso, no, no, no. He podido comprobar como muchos mariquitas de la alta sociedad, podridos de dinero, sufren lo que la comunidad científica ha dado en llamar “ el Síndrome de la Niña Pastori”, es decir, que tienen tanta ropa…¡qué no saben que ponerse!, pero como se llevan tan mal unos con otros –y son tan soberbios y tan malas-, que no se les ocurre levantar el móvil para pedirse entre ellos el favor de que “les echen una mano”. Así se presentan luego por Torremolinos , más recargados que la fachada de un restaurante chino, porque no tienen criterio y no saben seleccionar . Ellos solo piensan –“¡qué se sepa que tengo esto! ¡y esto!, ¡y esto! ¡y también aquello!", y así van, como el perchero de una escuela en día de lluvia.
Asi que, querido amigo pobre, no se trata de comprarse mucha ropa, ni carisísima, ni contratar a un asesor. Claro que no. El estilo y la elegancia es algo que se lleva dentro, y da lo mismo la situación en que nos encontremos, por muy desfavorecida que sea , siempre podremos hacer denotar ese resorte interior que nos haga mostrar nuestro lado más fashion. ¡Claro que si!
Puede que una sortija de brillantes, o una gargantilla de brillantes, o un descapotable también de brillantes no esté al alcance de todos, pero algo tan vago y tan genérico como un ideal, no puede adquirirse en una tienda a cuarto y mitad, aunque justamente en eso se base nuestra sociedad consumista en la que todo parece estar a la venta y todo parace poder comprarse, y si no, fijaros en e-bay, yo ya compro el pan todos los días por ahí –si, porque además de glamourosa soy muy snob, y me pongo continuamente a prueba-, esto es solo un inciso. Pues eso, que si no te llega para mucho, puedes emular las costumbres de los ricos y vivir en una continua mentira absurda –a la que algunas estamos acostumbradas-, pero el tema es que termines por creértelo, y quienes te rodeen también.
A ver, los mendigos, se tapan con períodicos para sestear o dormitar por las noches, ¿por qué no lo hacen con un Vogue o con un Variety? ¿qué más les da?. Si estás cansado de comer espagueti siempre, date el trabajazo de pintarle dos ojos y tendrás la ilusión de que estás comiendo angulas, pero abre las ventanas de par en par, para que los vecinos se mueran de envidia, y alzar un poco la voz -"Uhm!, ¡qué buenas están estas angulas tan caras que hemos comprado sin ser Navidad ni nada!". Ya puestos, pintar de naranja la pescadilla congelada, con una rociada de spray tendremos un salmón estupendo. Y es que el glamour es compatible con el pladul. Lo que pasa es que en estos tiempos que corren por mi España, y yo vuelvo a gritar aquella frase de mi amigo Unamuno "me duele España", hay pobres con auténtica cara de pobre, con ambición de penuria, aunque son necesarios en todos los estados democráticos, si no los hubiese, no podría haber ricos. Existen para el normal equilibrio de la sociedad, y el que diga lo contrario, por tanto, es un antisocial.
A ver, los mendigos, se tapan con períodicos para sestear o dormitar por las noches, ¿por qué no lo hacen con un Vogue o con un Variety? ¿qué más les da?. Si estás cansado de comer espagueti siempre, date el trabajazo de pintarle dos ojos y tendrás la ilusión de que estás comiendo angulas, pero abre las ventanas de par en par, para que los vecinos se mueran de envidia, y alzar un poco la voz -"Uhm!, ¡qué buenas están estas angulas tan caras que hemos comprado sin ser Navidad ni nada!". Ya puestos, pintar de naranja la pescadilla congelada, con una rociada de spray tendremos un salmón estupendo. Y es que el glamour es compatible con el pladul. Lo que pasa es que en estos tiempos que corren por mi España, y yo vuelvo a gritar aquella frase de mi amigo Unamuno "me duele España", hay pobres con auténtica cara de pobre, con ambición de penuria, aunque son necesarios en todos los estados democráticos, si no los hubiese, no podría haber ricos. Existen para el normal equilibrio de la sociedad, y el que diga lo contrario, por tanto, es un antisocial.
En resumen, el parecer rico puede limitarse simplemente a una pose. En este comportamiento claramente histérico reside la fórmula. La fórmula del éxito. La fórmula del glamour.
Palabra de Triniti Graun